historia, México, periodismo
Emiliano Zapata, la homosexualidad en la Revolución Mexicana
Si algo se desconoce sobre Emiliano Zapata era su capacidad de hacer reír a otros. Se dice que a pesar de la seriedad con la que manejaba su vida, fue siempre un hombre que hacía bromas y se burlaba de la situación en la que se encontraba para hacer más llevadero el conflicto.
No obstante, había veces en las que su humor sobrepasaba los límites al grado de burlarse con malos comentarios, por ejemplo, a los homosexuales les decía una serie de insultos que terminaba de ironizar con una sonrisa en el rostro. A ellos les tenía tanta rabia que los llegó a fusilar por el simple hecho de preferir a otros hombres que a las mujeres, pero existe una teoría que cuenta que quizás, el hombre que se ha casi beatificado por haberle gritado al gobierno en la cara las injusticias sociales, era bisexual y los insultos eran una especie de defensa.
Zapata tenía cierta obsesión con su masculinidad, trataba de exhibirla a como diera lugar, por ello el bigote espeso y largo que portaba, la pose de tipo rudo, la mirada insistentemente retadora y el centenar de mujeres con las que mantuvo relaciones sexuales y afectuosas le dieron el mote de macho mexicano, mismo que hasta la fecha perdura. Pero ¿qué había detrás de ese disfraz de hombre poderoso y libertador del pueblo?
Probablemente, era alguien que estaba tan seguro de su hombría que mantenía romances con otros hombres —y esto no es un rumor surgido de la mente sucia de algún enemigo, sino de varias fuentes cercanas al libertador mexicano—. Esto lo confirmó el hombre de más confianza de Zapata: Manuel Palafox, “el Ave Negra”, quien también fungía como su secretario personal.
Este hombre era abiertamente homosexual, de hecho, estuvo a punto de fusilarlo por esa razón. Antes de estar de su lado fue ministro de agricultura del Gobierno y lo atraparon teniendo sexo con un chico mucho menor que él. Sin embargo, el comportamiento de Zapata hacia él era un tanto distinto, lo que comenzó a despertar las habladurías de otros personajes cercanos. Era muy sospechoso que el hombre que mataba “afeminados” dejara libre a Palafox y que incluso lo resguardara como su secretario. Ante semejante rumor, Zapata se mantuvo alejado dándole nula importancia, contrario al Ave Negra, quien le confirmó a algunas personas el gusto de Emiliano Zapata por otros hombres.
Incluso, en el marco de los festejos del centenario de la Revolución Mexicana, una soldadera que aún vivía y era cercana a los ideales de Zapata ofreció una entrevista en la cual aseveró con suficiente fuerza que «era tan hombre, pero tan hombre que se acostaba con otros hombres».
No obstante, el verdadero personaje que le dio vida y forma a este relato fue Ignacio de la Torre, yerno de Porfirio Diaz que conoció al Caudillo del Sur algunos años antes de la Revolución.
Siendo aún campesino en 1906, Zapata trabajaba en la hacienda de San Carlos Borromeo, en la cual conoció a Ignacio, quien de inmediato sintió atracción por Zapata y su hombría, así como por ese aire campesino que mantenía.
Entonces pidió que se quedara a trabajar de fijo en aquel lugar con la finalidad de que cuidara sus caballos, ya que el Caudillo era un gran conocedor de estos animales. No obstante, lo siguió llevando consigo, incluyendo a la morada que De la Torre tenía en la capital del país en la Plaza de la Reforma, en la cual permanecieron solos por seis meses. Ante semejante y sospechosa situación, la esposa de Ignacio de la Torre llevaba un diario personal en el que se desahogaba constantemente, en especial por los malos tratos y el desprecio de su esposo.
Muchos años después este diario fue estudiado por algunos historiadores con el fin de darle un valor más grande a la historia de México; así descubrieron que la mujer describió cómo fue que halló a su esposo con Zapata en pleno acto sexual en el establo, lo que desató aún más la teoría que decía que Emiliano Zapata era bisexual, pero ante su afán de enfatizar su hombría, prefirió ocultarlo denigrando homosexuales y teniendo decenas de mujeres a su disposición, así como su actitud arrogante y retadora, propia de la convencional definición de “macho” que mantenemos en nuestro imaginario colectivo.
Entre el mito y la realidad hay un largo trecho, pero nadie podrá saberlo con certeza, sólo quedan los rumores y las aseveraciones dadas como anécdotas, mismas que podrían indicar que la libertad sexual se ha hecho más amplia con el pasar de los años, afortunadamente.
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