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¿Cómo funciona la mente de un acosador sexual?
Un acosador sexual no siempre es alguien con objetivos sexuales. El psicoanalista Leopoldo Cavero señala que estas personas desean el control, dominio, humillación y sometimiento de su víctima para luego despreciarla y así llenar sus “vacíos”.
Su “juego” de intentar seducir se activa en su imaginación a través, primero, de una vivencia y luego, por un proceso mental que se hace cada vez más complejo, lo dirige hacia la conquista de su objeto.
Son incapaces de canalizar su sexualidad porque son personas inmaduras, impulsivas e inestables, dicen el psiquiatra y psicólogo Jorge Lazo Manrique y el psicoterapeuta Mauricio Casaperalta Valencia.
A través de mensajes de tipo sexual, consciente o inconsciente, y de las “estrategias” que emplean en sus actos, los acosadores pueden ser clasificados de muchas formas. Están los pacientes, capaces de esperar y mirar durante muchas horas a su víctima. Y también los impulsivos, que agreden a su “objeto de deseo” a la primera opción. En ambos casos pueden ser abiertos o cohibidos en su accionar y sentir placer por el solo acto de incomodar.
Son personas con ausencia de valores y estabilidad emocional que tienen una personalidad difícil de definir. “Pueden ser muy amables” con manifestaciones sexuales directos o sutiles mediante un buen manejo de la comunicación, dice Casaperalta. Pero el objetivo apunta siempre a lo mismo: el sometimiento. Para ellos su ‘amada o amado’ “tiene que aceptar a no oponerse a sus deseos”, agrega Cavero.
¿Por qué acosan?
La baja autoestima de estos sujetos busca ser compensada con la sensación de control y poder. Tienen un doble mecanismo: borrar el sentimiento de inferioridad haciendo sentir a otro con menos valía. Por eso, cuando logran este primer objetivo buscan otras acciones para reafirmar su aparente sentimiento de superioridad.
Cuando un acosador logra “seducir” con sus “galanteos” -siendo amables, con regalos o por insistencia mediante una habilidad comunicativa- necesita reafirmar su superioridad y esto muchas veces se logra con la violencia.
“Cuando ya establecen una relación sí pueden volverse violentos, porque buscan ser el dominante […] Buscan ser quien ‘controle la situación'”, dice Casaperalta.
Este riesgo varía con la personalidad de cada individuo. Alguien con problemas de inhibición y trastornos psicopáticos y narcisistas es más peligroso. Pero lo es más aún quien tiene “poca integración emocional y mental”, porque logra que sus acciones pasen desapercibidas haciendo que la víctima se sienta más indefensa.
Su comportamiento es patológico con problemas en su instinto sexual manifestados en actitudes compulsivas y obsesivas, puesto que no pueden frenar sus pensamientos y algunas veces tampoco sus acciones hacia su ‘objeto de deseo’.
Las actitudes con las que conviven pueden estar asociadas a otras patologías, como la paranoia, esquizofrenia, personalidad bipolar.
La crianza
La buena crianza y educación durante los primeros años de vida disminuyen la posibilidad de desarrollar una personalidad acosadora.
“Si no ha habido una sexualidad clara, valores y explicación expresa que la sexualidad tiene que ser sana, influye mucho [la crianza]”, dice Lazo Manrique.
Entre los cinco y 12 años, el niño es formado para controlar sus impulsos sexuales. Esto se logra con una formación con valores como la solidaridad, respeto, reciprocidad y la escucha. Cuando las cosas se pueden hablar, ayuda que no se encaminen por el lado patológico.
El menor tiene que ser educado escuchando siempre la verdad sobre su sexualidad aprendiendo que sus manifestaciones sexuales se produzcan de forma consensuada y en privado, idealmente, con una persona más o menos contemporánea para evitar problemas de trastornos.
La víctima
Las víctimas siempre correrán un potencial peligro. Son vulnerables ante los desconocidos por no saber cómo ‘ponerlos a raya’; y los conocidos, como ex parejas, amigos o compañeros de trabajo, al no saber si encontrará en su entorno el apoyo para defenderse. En ambos casos la reacción suele ser la misma: el miedo y este es la ‘gasolina’ de los acosadores.
Según Cavero, “cuando otros piensan que no es tan importante [como cuando se dice ‘es normal que los hombres se comporten así’] lo que hacen es que logren ganar terreno haciendo que la víctima se sienta más indefensa. A la vez sienten más poder y hace que su acción sea mucho más profunda y activa […] Los motiva a continuar porque están logrando su objetivo: amedrentar y que la otra persona tema. Una de las mayores acciones de control sobre los demás es el miedo”.
Además, “pueden ser muy peligrosos, porque si la víctima acosada no cede a sus impulsos la pueden golpear. Destruir. O alguna otra cosa peor [desde violentarla hasta asesinarla]”, añade Lazo Manrique.
Cómo enfrentarlo
Los acosadores suelen negar sus actos. Hacen que la víctima se sienta equivocada. Se hará el sorprendido ante cualquier reclamo interponiendo todo tipo de excusas. Pero la persona agredida nunca tiene la culpa y no debe dejarse ver como una ‘pobre víctima’. Esto es algo que siempre tienen que tener presente. Por eso, la única solución, según Casaperalta, es la de confrontar de forma directa al acosador con una actitud firme.
“No tener miedo [a confrontar] porque a muchos acosadores el miedo los anima a seguir adelante. Y si es posible [o necesario] enfrentarse físicamente hay que hacerlo, de lo contrario hay que huir [ante un acoso sexual físico]”, dice Lazo Manrique.
Lo adecuado es siempre denunciar el acosador. Aunque lo ideal es que exista un sistema por el cual estas personas logren reflexionar sobre sus actos de índole sexual, abusiva y con la visión de la ‘otra persona’ como objeto. Esto para que mejore sus relaciones humanas ‘limando’ esa violencia inherente en su personalidad.
Las víctimas suelen sentir vergüenza porque creen que, influenciados por el mensaje de su atacante, han podido provocar la ‘situación’ dejando que ocurra y sintiéndose hasta responsables. Esto hace que desistan en denunciar.
“Los acosadores son tan expertos [en su mensaje] que pueden ser hasta demoledores para hacer sentir mal a su víctima”, reflexiona Cavero. Y es que, como dice Casaperalta, las personas agredidas son muchas veces escogidas como objetivo por su fragilidad y facilidad de caer en el ‘juego’ del acosador, quienes además consideran que ellas no son capaces de defenderse.
Pero como concluye Lazo Manrique: “Es muy importante [denunciar siempre a un acosador] porque es la única manera que la sociedad pueda cambiar. Quienes se quedan callados están facilitando a que los acosadores sigan haciendo de las ‘suyas'”.
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