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México: Encubren acoso sexual de funcionario en el INE
“Al momento de levantarme se me acerca. Yo traía [puesto] un vestido. Lo levanta, me mete la mano y me empieza a tocar. Me dice que le debo un favor. La verdad sí me impacté mucho. Le dije que no. Que se esperara”, narra Karla, mientras seca las lágrimas que han brotado de manera involuntaria.
Pero su jefe, el licenciado Jorge Eduardo Lavoignet Vásquez –director del Secretariado del Instituto Nacional Electoral (INE)–, no se detuvo. Su mano seguía ahí, lastimándola, en la que era apenas la primera de muchas agresiones que Karla vivió –durante 2 años– en una institución del Estado mexicano que cuenta con un Protocolo contra la violencia sexual.
El 18 de octubre pasado, Karla denunció ante el propio consejero presidente del INE, el doctor Lorenzo Córdova Vianello, los hechos. Pero como respuesta a su carta –en la que narraba la violencia sexual y laboral a la que fue sometida– fue que presentara “la denuncia formal” para poder iniciar una investigación interna, consta en el oficio DEA/INV/SDO/040/2017, firmado por el licenciado Bogart Montiel, director Ejecutivo de Administración del Instituto.
Antes de ello tocó otras puertas donde, se suponía, asisten a las víctimas de hostigamiento sexual y laboral, pero también le fueron cerradas.
Hostigamiento sexual en el INE
El primer ataque
Karla recuerda bien la primera vez que su jefe la agredió sexualmente. Antes de eso, y durante 1 año, su relación fue cordial y profesional. Pero esa vez le retiraba –como podía– la mano que se aferraba a ella, esquivando su ropa interior. “Me dijo que a él nadie lo hacía esperar. Que para todo llegaba el momento. Salí furiosa de su oficina. Llorando”.
La reunión ocurrió justo antes de que venciera su primer contrato por honorarios. “Me mandó llamar para preguntarme cómo estaba, cómo me estaba desempeñando”. Todo parecía normal: él le ofreció otro contrato temporal para “ayudarla”. Luego vino el ataque.
Mientras escudriña sus recuerdos, la joven de 33 años de edad lleva sus manos de un lado a otro, las entrelaza, las separa y las lleva al rostro para secar sus mejillas. “Pensé: ¿quién me va a creer? Él es el jefe. Y no dije absolutamente nada. Me quedé callada”.
Madre de una pequeña y en situación de viudez, de la noche a la mañana Karla se vio atrapada en un abismo. El primer chantaje vino por la renovación de su contrato, porque ella estuvo ahí durante su primer año por recomendación de una tía y no por méritos propios, según le dijo Lavoignet. Pero luego fue por el ofrecimiento de la plaza, por lo bien que se desempeñaba y lo bonita que es.
Uno de sus anhelos, sin duda, era tener estabilidad laboral, así que Karla aceptó la plaza de auxiliar jurídico en la Dirección del Secretariado, lo que implicó trabajar en la misma área que Lavoignet Vásquez. “Ahí ya me hizo obligatorio el cobro del favor”.
Cuando la mandaba llamar, él se cobraba con tocamientos cada vez más agresivos, hasta que eso no le bastó y le exigió tener relaciones sexuales a cambio de su permanencia en el trabajo. Para entonces, Karla se había vuelto a casar pero aún se encargaba de sus gastos y los de su pequeña hija. Y al fin tenía una plaza.
“Quizá por miedo a las consecuencias de decirle que no o por no tener mis convicciones firmes, no sé por qué pero me dio tanto miedo decirle que no. Era algo que yo no quería hacer… Tal vez por no perder mi trabajo, pero accedí.”
Tener intimidad con su jefe sólo escaló la violencia. “Para él, todas las mujeres somos putas y somos objetos y la manera en que me trató fue humillante”, dice, entre sollozos. Y permanece en silencia por un momento.
“Para mí fue la última vez y así se lo hice saber. Pero no le importó: cada vez que entraba a su oficina, porque me pedía que hiciera labores de secretaria, me empezaba a tocar y quería que se repitiera”.
Con información de Contralínea
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