Farandula
Brad Pitt sorprende con un aspecto muy juvenil
Esta foto de Brad Pitt con 53 años hace que nos preguntemos qué hemos hecho mal
Lampiño, joven, con pelazo y el mismo cuerpo (o mejor) que en ‘Thelma & Louise’: ¿qué hace el actor para ganar año tras año al paso del tempo?
Brad Pitt con la productora Muna El Fituri en una gala celebrada en el LACMA de Los Ángeles el 4 de noviembre. GETTY IMAGES
Ocurrió este sábado 4 de noviembre en Los Ángeles en la celebración del 2017 LACMA Art + Film Gala, que tenía como homenajeados al director de cine George Lucas y al artista Mark Bradford. Brad Pitt, vestido de Gucci, parecía recién llegado de la década de los noventa. ¿Cómo es posible?
El aspecto de Brad Pitt sorprende por dos cosas. Una es puramente biológica: a sus 53 años, su figura y sus rasgos siguen prácticamente iguales que las del veinteañero que enamoró a las audiencias en películas como Thelma & Louise (1991) o Leyendas de pasión (1994). Su rostro despejado, afeitado y limpio no es el propio de actores que, a cierta edad, dejan que las arrugas y una estructura ósea que puede no ser ya la que fue se quede cubierta debajo de una barba canosa que les dará ese plus de madurez interesante. Pero no es el caso de Pitt, que vuelve a apostarlo todo a la casilla del quarterback inmaculado y ganador.
La otra es la forma en que este aspecto se desvía de la evolución natural del galán de Hollywood. Sus ganas de ser aceptado por la crítica y valorado por su talento más allá de sus gracias físicas (Pitt ha demostrado tenerlo) le llevan siempre a intentar afearse o, al menos, a crear una personalidad muy marcada, casi un disfraz paródico de sí mismo. En el primer grupo, Marlon Brando es la figura paradigmática: el rostro masculino más bello que ha aparecido en la gran pantalla terminó convertido en un chiste. En el segundo, Jonnhy Depp es el gran ejemplo de cómo un guaperas puede crear una máscara de sí mismo: el público llegó a asociar más a Johnny Depp con la estampa de unas gafas de colores, una perilla y un sombrero que con el rostro anguloso y perfecto que había detrás de todo eso.
Pitt, si ha coqueteado con algo, es con la segunda opción. A mediados de los noventa lució una larga melena jipi, a finales de esa década su papel en El club de la lucha (David Fincher, 1999) lo llevó a adoptar una especie de aspecto ciberpunk, en la década de los 2.000 alteró el rubio pelopollo con épocas de barba larga de escritor y entrada la década de los 2010 no disimuló en ocasiones una perilla canosa. Pero siempre, siempre, siempre volvió al Brad Pitt inmaculado, limpio, lampiño y seductor entre todos esos cambios de piel.
¿El secreto? Imposible que exista solo uno para ser como él (decenas de artículos se editaron en revistas de deporte para lograr su figura en El club de la lucha, tal vez el cuerpo masculino más aspiracional del cine de los últimos veinte años). Lo que sabemos es que las cosas se han vuelto new age para Pitt en este último año. Una comentadísima entrevista en la edición estadounidense de la revista masculina GQ nos dejó algunas pistas: ha dejado de beber y de fumar porros, unos hábitos que ha sustituido por zumo de arándano y agua con gas y centrarse en trabajos manuales con materiales como arcilla, yeso y madera, además de hacer hogueras purificadoras en su casa cada mañana y cada noche.
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